El se
levanta pensando en que, a veces, al estar muy cerca, ella se afea, de algún
modo. Ella se vuelve no fea, no. Sino menos atractiva, o
algo por el estilo.
Y piensa en como en ese momento, estando a
tantos km y ciudades de distancia, ella se vuelve sumamente atractiva.
Y en como el no poder estar juntos
impone límites que se franquean, se
quiebran a través de fantasías y largas
charlas en las que el tiempo también
se diluye, de alguna forma.
- Pero
- Y
Entonces
vuelven esas ganas de acariciarse, tocarse, y vuelve el espacio con sus
barreras
- inaccesibles,
- inabordables,
y detrás se
agolpan el tiempo, la realidad y esa
maldita imposibilidad que la conciencia de distancia hace chorrear por todos los
rincones.
Es quizás
todo eso lo que los lleva a lugares un poco más complicados, lugares donde pensamiento,
o deseo y realidad, se enriedan aun mas. Así, casi sin quererlo, o pensarlo verdaderamente,
están ahí fantaseando con eso.
Ella seduciendo a un tipo cualquiera, y el
disfrutando, gozando a partir de imaginar el placer producido en ella.
Y, más allá de ese otro, o de ese tercero, el gozo mutuo fabricado entre El y Ella, el
placer derrochado en esos juegos que son suyos. Ese Otro es tan solo una parte ,una
pieza insignificante dentro del juego, y respiración agitada, complicidad
erótica, erecciones de pieles friccionándose en el vacio…
Ella, a la que tanto esfuerzo le ha costado
llegar hasta ahí, parece esa noche olvidarse de la vergüenza casi
disimulada, mientras se viste justo como lo acordaron. cuero negro ajustado en
sus pies, y tela negra pegada a sus senos, cubriendo apenas las voluminosidades
latentes.
Habían hablado varias veces sobre el
encuentro con ese Tercero, un conocido de una amiga con el que se venían
sucediendo leves insinuaciones desde hacía un tiempo.
Ella encontró en la última llamada con El
una tranquilidad de la que no se hubiera
sentido capaz en una situación así.
Veinte minutos más tarde estaba parada frente
a la puerta de un departamento vacio.
- La fiesta se había suspendido.
- La fiesta había sido suspendida.
Camino unas cuadras sintiendo frustración, decepción.
Iba a llamarlo a Él, pero se encontró a si
misma frente a la casa de un compañero. Espero afuera, en la noche, y sintió
esa excitación del no saber que iba a pasar cuando ese casi extraño Otro la
invito a pasar.
Un montón de fotocopias y libros sobre la
mesa, y la obviedad de que estaba estudiando y no esperaba a nadie ni nada a
esas horas…
El Otro se excuso por el desorden y Ella sonrió,
sin saber bien que hacia ahí. Se sentó en la mesa, algo incomoda. Quizás el
también estuviera algo incomodo con esa persona inesperada sentada ahí, a las
dos de la madrugada, en su comedor. Pero eso Ella no podía saberlo. Como
tampoco podía saber que sentía ese Otro cuando Ella tocaba, como al pasar sus
piernas, las rozaba con las suyas y sentía, como al pasar, una leve excitación
en ese juego que el Otro ignoraba.
El cielo seguía oscuro, muy oscuro. Y ese
Otro seguía hablando de cosas y teorías que a Ella, francamente, no le
importaban. Lo que a Ella le interesaba era poder seguir tocando, rozando cada
tanto sus manos, sus brazos. Acariciarle un dedo, apoyar una mano sobre una
rodilla para llamar su atención y sentir como se
- calentaba
- excitaba
frente a
ese Otro, un chicho de un pueblito del interior de manos suaves y movimientos
suaves también. Un Otro que, inocentemente, seguía hablando de él, de su vida,
mientras sonreía, cada tanto, mientras empezaba a sentirse tan cómodo como con
cualquier amiga…
En algún momento de esa madrugada Ella
- no aguanto mas,
- no pudo mas,
se excuso
diciendo que tenía que usar el baño, y se interno en ese cuarto helado donde
empezó a tocarse. Tranquila, casi silenciosamente al principio.
Y mientras se acariciaba, empezaba a
escribirle a Él, describiéndole detalles del encuentro, justo como
- lo habían acordado.
- le había prometido hacerlo.
Las imágenes que creaba aparecían en su
cabeza mientras las relataba.
La fiesta que no había sido ahora era. Toda
esa gente que no la conocía, la ignoraba, que no existía, la desinhibía aun más.
Ese Tercero acercándose a Ella, hablándole al
oído.
El escaparse de la fiesta con la excusa de
comprar algo, un manoseo que
- era
- es
- fue
casi un
reconocimiento de esos dos cuerpos desesperados por desnudarse.
Le conto, con detalles, como habían vuelto al
departamento que hedía a alcohol, y como, aprovechando esa
- borrachera
- alcoholización
colectiva
se habían encerrado en un baño…
Un baño demasiado similar a ese en el que
estaba Ella. Donde hacia unos minutos se tocaba tranquila, casi
silenciosamente. Pero mientras las imágenes de lo relatado se hacían cada vez más
nítidas, ese manoseo se volvía cada vez más obsceno. Y en medio de esa
masturbación frenética, los gemidos ahogados
- dieron paso
- daban paso
a aullidos tan
intensos que, segundos más tarde, cuando ya todo había acabado, Ella, avergonzada,
no se atrevía a salir del cuarto…
Y, sin embargo, salió. Sin decir nada bajo su
vestido, lo acomodo, agarro su bolso y se fue de ese departamento al que
- esperaba no volver.
- nunca volvió.
Meses más tarde El todavía se excitaba
escuchando el relato de esa noche, imaginándola a Ella imaginándolo a Él
mientras se friccionaba contra el cuerpo de ese Tercero…
Ella, cansada ya de ese recuerdo que nunca
había sucedido, se había ido convenciendo de que lo mejor era contarle lo que
en verdad había ocurrido esa noche.
Y ese día nublado, cuando El atendió el teléfono,
estaba casi decidida a hacerlo. Pero El habló primero, y le contó, con escasas palabras,
sobre la muerte de un amigo. El funeral era esa tarde le dijo. Y no dijo nada más
Ella sintió como en ese momento algo se
quebraba. Como el recuerdo inexistente y tantas otras cosas dejaban de tener
sentido frente a esa muerte. Y sintió ese alivio que produce el no tener la
obligación de hablar o pensar en ciertas cosas…
Después de ese día no volvieron a hablar
- del recuerdo inexistente.
- de esa noche.
- del tema.
Ella empezó a esquivar el tema con cada vez más
frecuencia. El se canso de
- insistir.
- una insistencia inútil que parecía no
tener demasiado sentido.
Ella no quería hablar de eso. Así, el recuerdo
- se vacio
- empezó a vaciarse
de
palabras, de espectadores y de fuerza…
Ella olvida, de a poco esa noche. Y casi ni
piensa en ese día en que estaba tan decidida a contarle todo.
Solo a veces, cuando se encuentra con un
hombre de manos suaves, y de movimientos suaves también, se petrifica un poco
, recuerda ese día y piensa en que hubiera sucedido si le
contaba todo a Él , que la braza, y sonríe , mientras piensa en tantos Otros
Terceros que podrían estar deseándola en ese momento…
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